Religión, creencia y cine (I): The Tree of Life - Lacrimosa
José Luis Durán
Cuando un silencio
aprisiona el ambiente es muy posible que la locura, de las voces que hacen
bulla en tu mente, te consuma. Siento que los silencios son muy importantes en
el cine y que tiene los mismos efectos que un estado silente en la realidad. Te
presionan y acorralan en una inmersión con la imagen. Por ejemplo, en una cinta
bélica, donde se supone que el ruido, los gritos, son los caracteres
principales, los segundos dedicados al silencio son los más importantes, te da
la oportunidad de entrar el miedo y le incertidumbre de los soldados en
batalla.
El silencio dice
bastante. Sobre todo, genera bastante. Y
es en este silencio, de la cinta elegida, donde su argumento no esconde su fuerza
religiosa, entablan un dialogo entre una deidad, mayormente cristiana, y el
narrador. Pero gozan de un esteticismo abrigador que se comparte con la belleza
de los planos, el arte, la luz, la palabra y hacen participe al espectador.
Comencemos estos
apuntes dedicados al trabajo de lenguaje cinematográfico y sobre la
subjetividad y sentido del espectador, con Terrence Mallik. El cineasta
estadounidense marca un tono y ritmo particular en su obra, lo que le concede
una firma inconfundible a su dirección. En cintas como Days of Heaven (1978) o
The Thin Red Line (1998) el diálogo del sujeto con el entorno comienza a
forjarse. La perspectiva y la filosofía del observador caracterizan un narrador
que va aprendiendo de la mano con el espectador, en dónde se encuentra y su descubrimiento es parte esencial de este
cine, lo que se asemeja mucho a la actividad de religiosidad y creencia del
diálogo íntimo.
Sin embargo, es en
The Tree of Life (2011) donde se particulariza el discurso religioso por medio
de la tragedia familiar y el cuestionamiento de una madre, a partir de su
sufrimiento, con la deidad. “Lord… why? Where were you?” (¿Dios, por qué?
¿Dónde estabas?). Y la nada empieza a ser algo. Pasamos de una imagen oscura, a
un cosmos galáctico y el espectador, de pronto, está inmiscuido en la misma
creación de la tierra. Y es una participación que se centra en la belleza.
Desde el impacto a la impotente nada, hasta la pasividad de la vida
floreciendo.
¿Dónde estabas? Y
la imagen se hace respuesta. No es en vano que después de esta pregunta empieza
la formación misma de la galaxia. “Answer me”. La galaxia se hace impactante
por su calidad visual. Los fenómenos estelares, los colores del Ojo de Orión,
su movimiento casi imperceptible y el infinito, en Mallik, se convierten en
nostalgia. La madre continúa su lamento, reclama por el último suspiro de su
hijo; hace que el sufrimiento se haga duda y denuncia la presencia de Dios.
¿Cómo es él? ¿Cómo hacer que un dios aparezca en el cine, un arte que depende
de imágenes y sonidos?
La decisión de Mallik es correcta. Él se
dedica a hacer cine y en el cine, los engranes que van desde el guion pasando
por el sonido y los colores, deben forjarse en la imagen. Y el Dios que
presenta Mallik es uno omnipresente, uni-multiforme, no es un él sino es un
todo. Te presenta el surgimiento de la vida misma, el ardor de los volcanes, la
vegetación ruidosa, justo después de la pregunta de la madre. En medio de sus
reclamos, débiles ante la pena, se ve la evolución de la vida en la tierra y es
impresionante por la calidad visual. Y la madre dice “Live of my live, I search
for you. My hope. My Child”. El silencio es determinante, y aun así suena la
naturaleza, el aire, los grillos, el agua. Y, una vez más, la imagen de la galaxia.
La idea de la
muerte, en esta parte se centra a la misma existencia de Dios. La voz de la
madre declara perdida su esperanza, pues su hijo está muerto y su hijo era la
esperanza que tanto buscaba. Pero se justifica y no desprende ni solo minuto
las cuestiones de la madre con las imágenes, que parecieran azarosas, pero
tiene un significado y un fin de respuesta constante. La perdida de la esperanza
porque está muerta, es la dirección de la vos en off. A esto, le acompaña la
imagen de una galaxia impresionante en donde aparece un asteroide que va en dirección
torpe a la tierra y la impacta, asesinando toda la vida. La muerte existe pero
todo arrebato es solo el principio de una nueva esperanza. Ese es el mensaje de
las escenas y la dialéctica con la madre, que trabaja Mallik.
Los apuntes no
marcan una síntesis clerical ni religiosa. Sino que exponen esos trabajos del
lenguaje visual y las posibilidades que genera con una finalidad, en este caso
la religión y la creencia, con trabajo en arte visual y las intenciones que
nunca pueden no depender del guion. El trabajo en The Tree of Life es casi
perfecto pues todo responde a todo. Los engranes trabajan sobre el espectador y
no se distorsionan porque la estructura en la cinta de Terrence Mallik tiene un
desarrollo destinado a la estética: expresar e interpretar.
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