El Ángel, frescura para un género desgastado
Camilo Agramont
El “krimi” es un tipo de película
varias veces repasado por el cine contemporáneo, es la esencia del
crimen, las balas y la incomprensible mente criminal lo que asegura
taquilla a muchos autores. La cinta “El Ángel” de Luis Ortega se
concentra en una historia con todos esos ingredientes, criminales
incomprendidos, balas y situaciones de riesgo y planes elaborados
para los interesantísimos cometidos de los protagonistas. Además de
una serie de frases sobre la vida criminal que resulta interesante
para sacar de la cotidianidad al espectador, la fascinación por esa
vida al límite donde se vive por intenciones y voluntades propias,
donde se arriesga todo para ganar, poner la vida en la apuesta contra
lo imposible. Todas esas cosas son lo que jamás somos, y por eso
fascina.
A todos esos requisitos de la película
de vaqueros moderna se le adhieren elementos de la agenda social
mediática contemporánea, como el caso de la homosexualidad del
protagonista. Pero ese recurso de poner la lupa en un tema de
coyuntura funciona porque acompaña a un buen desarrollo del
personaje y sobre todo un buen trabajo de casting y esfuerzo para la
interpretación actoral. Entonces, ese recurso que puede resultar de
mal gusto si acaba siendo simplemente utilitario, no está en balde y
queda funcional al menos. Cabe aclarar que no es un asunto de guión
porque la historia se inspira en un hecho real, pero la insistencia
en ese aspecto a nivel narrativo con el suspenso y la intriga es lo
que lo evidencian como un aprovechamiento del elemento, se enfoca en
la homosexualidad como un asunto tácito, insinuando incomodidad,
para aumentar el interés.
Pero sobre todo, las películas de
acción y crimen son siempre muy “truqueras” y en toda su
variedad se concentran en los crímenes y sus complejidades para
crear una ruta del suspenso en la película. Lo que sucede en “El
Ángel”, quizá por su concentración en los personajes a nivel de
la puesta en escena, le da otro tono, un tinte fresco en el cómo se
muestra la película. Pues el asunto de Carlitos con el robo no es un
asunto interno, es su manera de vivir y no hay mayor conflicto con
eso, los personajes adoptan dentro de esta historia de crimen sus
propias pulsiones personales que no tienen que ver con adrenalina
sino con cavilaciones constantes. Ramón quiere ser famoso, su padre
quiere dinero y Carlitos solo quiere ser libre.
La película elabora el suspenso y en
sus giros mantiene estos tonos como de comedia y absurdez en lo que
ocurre. La convicción de la Carlitos con el crimen no la causa
problema alguno, es el desafío al suspenso de la narrativa, no se
aumenta la tensión porque a Carlitos no le importa nada. De eso va
esta película, que parece ser una mezcla de thriller, película de
acción y un acercamiento más autoral a sus personajes. Es un coctel
de varias cosas que compaginan acertadamente por toda la
extravagancia de la puesta en escena, del personaje y de la historia.
Para remarcar, lo estupenda que queda
la secuencia de la quema del auto en el momento cumbre de la película con la canción de Palito Ortega,
padre de Luis. Excelentemente logrado ese montaje.
En fin, este género es uno en que las
estructuras narrativas y las disposiciones del lenguaje de la imagen
caen en lugares comunes con frecuencia. Ortega responde a estas
convenciones con las cuestiones del protagonista de su película: ¿la
gente está loca, nadie considera la posibilidad de ser libre?
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