El Ángel, frescura para un género desgastado



Análisis – El Ángel (Luis Ortega, 2018)

Camilo Agramont


El “krimi” es un tipo de película varias veces repasado por el cine contemporáneo, es la esencia del crimen, las balas y la incomprensible mente criminal lo que asegura taquilla a muchos autores. La cinta “El Ángel” de Luis Ortega se concentra en una historia con todos esos ingredientes, criminales incomprendidos, balas y situaciones de riesgo y planes elaborados para los interesantísimos cometidos de los protagonistas. Además de una serie de frases sobre la vida criminal que resulta interesante para sacar de la cotidianidad al espectador, la fascinación por esa vida al límite donde se vive por intenciones y voluntades propias, donde se arriesga todo para ganar, poner la vida en la apuesta contra lo imposible. Todas esas cosas son lo que jamás somos, y por eso fascina.

A todos esos requisitos de la película de vaqueros moderna se le adhieren elementos de la agenda social mediática contemporánea, como el caso de la homosexualidad del protagonista. Pero ese recurso de poner la lupa en un tema de coyuntura funciona porque acompaña a un buen desarrollo del personaje y sobre todo un buen trabajo de casting y esfuerzo para la interpretación actoral. Entonces, ese recurso que puede resultar de mal gusto si acaba siendo simplemente utilitario, no está en balde y queda funcional al menos. Cabe aclarar que no es un asunto de guión porque la historia se inspira en un hecho real, pero la insistencia en ese aspecto a nivel narrativo con el suspenso y la intriga es lo que lo evidencian como un aprovechamiento del elemento, se enfoca en la homosexualidad como un asunto tácito, insinuando incomodidad, para aumentar el interés.

Pero sobre todo, las películas de acción y crimen son siempre muy “truqueras” y en toda su variedad se concentran en los crímenes y sus complejidades para crear una ruta del suspenso en la película. Lo que sucede en “El Ángel”, quizá por su concentración en los personajes a nivel de la puesta en escena, le da otro tono, un tinte fresco en el cómo se muestra la película. Pues el asunto de Carlitos con el robo no es un asunto interno, es su manera de vivir y no hay mayor conflicto con eso, los personajes adoptan dentro de esta historia de crimen sus propias pulsiones personales que no tienen que ver con adrenalina sino con cavilaciones constantes. Ramón quiere ser famoso, su padre quiere dinero y Carlitos solo quiere ser libre.

La película elabora el suspenso y en sus giros mantiene estos tonos como de comedia y absurdez en lo que ocurre. La convicción de la Carlitos con el crimen no la causa problema alguno, es el desafío al suspenso de la narrativa, no se aumenta la tensión porque a Carlitos no le importa nada. De eso va esta película, que parece ser una mezcla de thriller, película de acción y un acercamiento más autoral a sus personajes. Es un coctel de varias cosas que compaginan acertadamente por toda la extravagancia de la puesta en escena, del personaje y de la historia.

Para remarcar, lo estupenda que queda la secuencia de la quema del auto en el momento cumbre de la película con la canción de Palito Ortega, padre de Luis. Excelentemente logrado ese montaje.


En fin, este género es uno en que las estructuras narrativas y las disposiciones del lenguaje de la imagen caen en lugares comunes con frecuencia. Ortega responde a estas convenciones con las cuestiones del protagonista de su película: ¿la gente está loca, nadie considera la posibilidad de ser libre?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Kinetta, el manifiesto de intenciones de Yorgos Lanthimos

Mindhunter, la introducción y la promesa

Alps, hacer ajeno lo propio