Star War VIII: Los últimos Jedi, una secularización relativista

Por: José Luis Durán

Los espectadores se encuentran polarizados al momento de valorar la nueva película de la mitología intergaláctica de Star Wars. Existen aquellos que, con arraigo clerical por los antecedentes de la historia de George Lucas, no comparten la individualidad en la visión de Rian Johnson con respecto a este universo fantástico, y, por otra parte, están los que encuentran un interesante génesis de nuevos manejos conceptuales e idealistas que promueven a una particularización poco homogénea de Los últimos Jedi con el resto de la saga.


En un breve resumen, la octava película de Star Wars es el desarrollo a profundidad de los nuevos personajes introducidos en Star Wars VII: El despertar de la Fuerza. Rey le pide a Luke que la entrene en las artes Jedi y el control de la Fuerza; Kylo Ren es perseguido por los fantasmas de su derrota y su forma de pensar a posteriori, y después tenemos a Finn y Poe, en escaramuzas directas contra la Primera Orden, que ahora tiene mayor control por sobre la galaxia y, ergo, la resistencia volvió a convertirse en su análoga antecesora: la rebelión.

Rian Johnson presenta un film con su sello (pero sin Joseph Gordon-Levitt), en el que nos tiene acostumbrado a más de un giro en el manejo completo de microtramas.  El director de Brick y Looper se aferra no solo a sorpresivos acontecimientos en la historia en general, sino a un desarrollo azaroso de sus personajes. Pero por lo que Jonhson resalta en esta nueva entrega es por su destructiva visión genealógica de los conceptos y visiones formados en la galaxia, que fueron idealizados por los seguidores de Star Wars.

En una de las escenas de Los últimos Jedi, Finn se encuentra con un personaje, DJ (interpretado por Benicio del Toro), que en pocas líneas de diálogo resume el pilar de este octavo episodio: no existe el bien ni el mal. El discurso tiende a ser una aproximación nietzscheana pues DJ es alguien que no cree en la moral, solo en el juego de intereses y bienestar propios, porque, según él, así es como se maneja todo en la galaxia; y lo explica bien cuando señala que el armamento de la Primera Orden y la Rebelión tienen un mismo y único origen.


Star Wars, desde un principio, nos acostumbró a tener plena conciencia de la frontera que divide el bien (el lado luminoso) del mal (el lado oscuro), todo esto sustentado en el ámbito político-ideológico con el concepto de república e imperio, democracia y autoritarismo. En este enfrentamiento es donde participan esos sabios y hábiles personajes llamados Jedi, que buscan mantener el equilibrio, no solo en la Fuerza sino en el orden galáctico, que en términos utópicos denominamos “paz” y “libertad”, y los Sith no son más que el otro lado de la misma moneda.

Sin embargo, Los últimos Jedi decide ser la cinta protagonista de un proceso de secularización a esta clerical tradición mitológica de la Fuerza. Por ende, Rian Johnson sin pelos en la lengua hace que toda la culpa de lo sucedido hasta ahora sea de los Jedi y su soberbia en el control de la Fuerza, sin entender, como lo explica Luke, que la Fuerza no es poder ni una habilidad especial que recae sobre pocos, sino que la Fuerza es aquello que conecta todas las heterogeneidades, transformándolas en una dualidad que culmina siendo el equilibrio.   

Quizá esta mentalidad deba ser correspondida a Rey, la protagonista de esta nueva trilogía, pero no es así. La destrucción del pasado tiene como protagonista a Kylo Ren, que es la respuesta y culpa del miedo ciego de Luke Skywalker hacia Ben Solo. Kylo Ren conoce muy bien el pasado y sabe quiénes son los verdaderos culpables de todo lo acontecido en la galaxia. Mas su intento de formar un nuevo orden en la galaxia no es el que Rey ve como la solución definitiva para encontrar la paz, por lo que la enemistad continuará.

Star Wars VIII, es una película que puede funcionar de manera individual. Sin embargo, es muy difícil alejarla de sus precuelas y de la extensa saga a la que pertenece, por lo que su rol se limita a mermar toda idealización épica o de epopeya formada en la religión de la Fuerza, donde los héroes pueden existir. Rey es la prueba viva de que un cambio puede tener un origen incierto y de poca importancia y Kylo Ren es el que comprende bien los errores del pasado y argumenta su punto de vista a partir de este.



Esta cinta es un intento de aproximarse a las formas de ver el mundo a partir de los ojos de la juventud y las nuevas generaciones. Rian Johnson lo tiene bastante claro y posiblemente este manejo de ideas contemporáneas se vea reflejado en una futura película suya que no esté determinada por una mitología bien formada y establecida que no aceptará con agrado nuevas percepciones. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Kinetta, el manifiesto de intenciones de Yorgos Lanthimos

Mindhunter, la introducción y la promesa

Alps, hacer ajeno lo propio