Tres documentales bolivianos
CINE NACIONAL
Por Camilo Agramont
Se trata de los documentales Guerra del
Chaco (conocido también como “Infierno Verde”) de Luis
Bazoberry, “Señores coroneles, señores generales” de Alfonso
Gumucio Dagrón y la reciente “Desmitificando de la Guerra del
Chaco. Lo que se perdió...lo que se ganó” de Pablo Michel.
El filme de Bazoberry es todo un hito
en el cine boliviano, fue el primer metraje boliviano filmado con
sonido. Una anécdota (no del todo positiva) es que vi la película
en una sala vacía, sólo acompañado por un señor de avanzada edad
(no se permite iniciar la proyección con una sola persona). Al
terminar la proyección, él me dijo: “me gustó más “Boquerón”,
es más larga y más interesante”. Comprensión, es algo difícil
de ver. Claro que no se parece en nada a las películas de Rambo o la
recién llegada “Dunkirk”, en el largometraje se nombran
personajes prominentes de la guerra y se muestra una secuencia de
combate (No, ningún combate cuerpo a cuerpo ni una sangrienta carga
sobre el enemigo) además de la reunión entre oficiales bolivianos y
paraguayos (Sí, eso sucedió y se mostró mucha camaradería). Quizá
yo tampoco habría tenido ninguna experiencia relevante viendo el
documental de Bazoberry si no hubiera revisado los periódicos de la
época en la hemeroteca de la Vicepresidencia. Y es que ese es el
asunto, tanto este documental como los dos otros necesitan de un
conocimiento previo (no detallado pero sí un panorama completo) de
los hechos históricos a los que se hace referencia.
Los tres trabajos son de contenido muy
detallado, vamos por lo destacado. En el documental de Gumucio existe
un aprovechamiento de lo visual importante, hay en realidad una
narrativa pensada y calculada sobre la imagen y su relación con la
voz en off, un trabajo de concepto y con intención creativa y de
propuesta. Me gusta mucho la escena del desfile donde se congela el
cuadro de la joven con la bandera estadounidense, es un elemento que
explota los recursos audiovisuales, y consigue un impacto que perdura
en quien lo ve.
El documental de Bazoberry es
simplemente una reliquia y un archivo de gran importancia además de
valor histórico, pero un valor que no puede funcionar
independientemente. Requiere de una base de conocimientos alejado de
las percepciones simplificadas y convencionales sobre la guerra, es
necesario una lectura del hecho más allá de una naturaleza
episódica, pues se trata de un esfuerzo de investigación que se
lleva al cine como soporte. Lo mismo ocurre con la desmitificación
de Pablo Michel, yo creo que la película de Bazoberry es también
una desmitificación de la guerra del Chaco, y me refiero a una
desmitifación del discurso que se sostiene de la guerra del Chaco,
la pintura de una permanente crudeza de la guerra y las excusas de
enumerar desventajas son una constante en lo que nos relatan sobre la
guerra, estos documentales no lo hacen. Michel y Bazoberry haciendo
una lectura crítica del hecho (cada uno en su época), construyen un
relato alejado del “conocimiento general” de la guerra del Chaco.
Michel comienza con estipular que la guerra duró más de lo que
indican los libros escolares de historia, eso lo comprobé en la
hemeroteca también, pero si no podemos tener por seguros datos tan
básicos en realidad poco sabemos de esta guerra.
Todo lo anterior lo digo a partir de lo
que me causó la anécdota en la cinemateca, que ocupo mi mente
durante un buen tiempo. Entonces, considero que estos documentales,
que buscan una preservación de la historia y sobre todo una
perspectiva completa (más acertada quizá) de estos hechos
históricos para que podamos tener una mejor comprensión de ellos, y
así estar “bien parados” en la coyuntura.
Pero, como siempre, hay algo que se
puede mejorar. Siento algo de frialdad y distancia excesiva en los
tres documentales (en menor medida en el de Bazoberry), existen
elementos de estructura y forma en los documentales que mantienen a
raya al espectador como para que no pueda adentrarse del todo, es
decir, verse a sí mismo a partir de esa realidad. Es algo que me
sucedió con documentales de gran talla (Lo and Behold, The Act of
Killing), pero también recientemente con una obra nacional, “ElCorral y el Viento” de Miguel Hilari, sobre la cual escribí para
el blog. En los documentales que mencioné existe un vínculo tanto
como entre el documental con el espectador y el realizador con el
documental. Es algo que está ausente en esas tres obras, tienen un
tinte bastante académico, muy formal, sin lugar a dejar semillas,
una emoción personal o algo auténtico del director en su obra. Es
todo lo que puedo decir.
Una agradable experiencia la de las
semanas pasadas, pude nutrirme de mucho cine nacional y cine
internacional de circuito independiente (latinoamericano y europeo en
la FIL/ boliviano en el Festival de Cine Radical que también fue
parte de la FIL). Es importante dar continuidad a estos espacios,
que fuera del caso de “Infierno Verde” fueron concurridos. Estoy
seguro que mientras se continúe corriendo la voz, lo serán mucho
más.
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