Dunkerque: un poco de repaso histórico y un poco de cine


Por: José Luis Durán Paredes



Las premisas que sostienen las películas de Christopher Nolan no son algo complejo ni mucho menos conflictivo. En Memento, la historia se sostiene en un personaje que no es más que un asesino; The Prestige solo expone una regular forma de competitividad, engaño y obsesión, con nada de magia ni oscuridad subyacente, sino simple y llanamente gemelos. La trilogía del Caballero de la Noche ya no abunda en una cinta de acción sino de suspenso y drama. Interestellar, tiene una trama que ronda en un artefacto, maquina o algo desconocido, que fue inventado para superar la tridimensionalidad (en pocas palabras, el viaje en el tiempo), lo que desde un inicio hace que la cinta sea predecible. Talvez sí existe algo de “nuevo” en Inception, con arquitectos e investigadores que trabajan con los sueños, además de que cada uno de los miembros de este grupo carga con un incierto pasado y futuro, por los riesgos de su trabajo. 

Entonces, qué es lo que tiene el cine de Nolan que no hayamos observado ya en el universo cinematográfico y por qué nos atrae tanto este director. Pues, la respuesta abunda en una característica núcleo de la narratología: el tiempo. Nolan tiene un manejo que se abstiene de lo tradicional en la función cronológica de la narración. Lo cual transforma una idea no tan compleja, en una trama que emana suspenso y abraza el interés del espectador. En cuanto a la música, esta es manejada ya como un instrumento que aporta al incremento de intensidad en cada escena. Y con este rápido análisis del cine del inglés Nolan, empezamos con la mirada crítica a su última película titulada Dunkerque. 

El cine bélico explotó a no dar más la Segunda Guerra Mundial. Desde la subjetiva y dramática tensión de los infantes en la batalla de Guadalcanal (La delgada línea roja), hasta el conocido y sangriento desembarco en Omaha durante la invasión a Normandía (Rescatando al soldado Ryan), la Operación Market Garden (Un puente lejano), la batalla de Iwo Jima (La conquista del honor) e incluso la poco conocida y subvalorada batalla en el bosque de Hürtgen (Cuando callan las trompetas). Todo se vio, todo se conoce. Incluso Dunkerque, en un plano secuencia de aproximadamente cinco minutos en la película Expiación, deseo y pecado de Joe Wright, el 2007. Pero la emoción emanaba en la cuestión que formaba el nombre de Christopher Nolan en una película bélica. 

Y la función empieza. Es un despertar, la verdad de algo que parecía inverosímil y que nunca llegará: la guerra. Gracias a la historia sabemos que los aliados, por la poca hostilidad que caracterizaba a los primeros años de la guerra, llegaron a llamar a este conflicto como la “guerra falsa”. Pero la Blietzkrieg se les vendría encima y sin mirar atrás. La caída de la Línea Maginot significó una sorpresiva preocupación para los aliados, que poco a poco veían el poderío del ejército alemán. En un corto periodo de tiempo los germanos tomarían París y el ejército inglés y francés se vería obligado a retroceder, hasta el punto de ser acorralados en la costa de Dunkerque. 

A futuro, Dunkerque sería sinónimo de una idea de retorno, pues el ejército rescatado volvería a luchar contra Alemania, en su mayoría al desembarcar en Normandía, cuatro años después (1944). Pero antes de que eso suceda, este hecho solo expresaba miedo y derrota, y así lo muestra Nolan. Los nazis, en la película, son sombras, a veces invisibles, rápidas, pero siempre mortales. Con una nada dramática introducción, que de entrada señala la poca búsqueda de espectáculo de la película, aparecen infantes ingleses caminando en una calle. Los aliados están derrotados, y así lo señalan los panfletos alemanes que sugieren la rendición de las tropas francesas e inglesas, con un claro mensaje: están rodeados. De repente, la sombra percuta sus armas de fuego, y los soldados caen uno tras otro; hasta que solo uno logra escapar, llegando a un puesto francés protegido con sacos de arena. A partir de aquí se presentará un contexto en el que ya no importan aliados ni camaradas, porque solo la idea de sobrevivencia tiene prioridad. 

Todos temen a los alemanes. Es 1940, apenas un año transcurrió desde la declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña a Alemania, y los nazis están rompiendo expectativas, mientras derrotan a cualquiera que atreva a oponerse a ellos. Esto es importante, porque la mayoría del cine bélico de la Segunda Guerra Mundial, abunda más en el suspenso y la acción, que en el temor hacia el nazi, porque se sitúan delante de 1944, cuando el “valiente” yankee se encuentra presente en suelo europeo y enfrenta al fascismo. Pero hasta antes de la invasión de Normandía y la derrota en Stalingrado, los alemanes se veían como el bando vencedor. Y es en esta parte donde le caen piedras en lugar de rosas a Nolan, pues no supo valorar a todos los implicados en el milagro de Dunkerque, sino que pecó de reduccionismo al hacernos creer que este hecho histórico fue solo de ingleses y franceses temerosos, obviando a todos los que se sacrificaron para que aproximadamente 390.000 soldados sean rescatados.


En Dunkerque, Nolan registró su marca cuando sitúa al espectador en tres líneas narrativas: la de tierra, donde se encuentran soldados tratando de sobrevivir y de escapar de Francia; la de mar, donde un padre y su hijo, con un tercer acompañante, responden a la Operación Dinamo de Churchill, y zarpan hacia Dunkerque para salvar soldados aliados, y, finalmente, la del aire, con miembros de la RAF (Royal Air Force) británica que se enfrentarán a la Luftwaffe. Aquí es donde comenzamos a encontrar un desorden cronológico en la historia, porque cada uno de estos sucesos o bien suceden o bien ya sucedieron hace días. Pero culminarán relacionándose en cierto momento. Y no habría que esperar menos de Nolan.


Dunkerque es una gran película por su propuesta de expresar cine en su dimensión más pura: en el hecho de presentarnos una historia atrayente e impactante con puro manejo de imágenes y sonido. Los diálogos son reducidos, y lo poco que escuchamos hablar a los protagonistas no tiene tanta relevancia en la trama que nos expone lo visual. El sonido también es fundamental, porque hace que uno sienta el impacto de una bala, sobre todo cuando esta parte el aire en dos, o el chirrido de un caza alemán, mientras se posiciona para atacar. La película supo manejar bien la situación beligerante, ofreciéndonos un contexto social impregnado por el temor, más que la valentía, el suspenso y los momentos emotivos, que toda guerra trae consigo. 

Jean-Luc Godard en su momento reto al cine a emanar todas las posibilidades que este tiene para contar historias. Cruzar sin sentido una imagen con la otra, o darle el sentido a una sola imagen, es la manera en la que el francés Godard nos proponía su visión de cine. Nolan, en la actualidad, lidia con tradicionales herramientas del cine, para formar una trama de mucho impacto y emoción, sin la necesidad de profundizarse en la redundancia de los diálogos. Y, de esta forma, cumplió con el cometido, mantener los ojos pegados en la pantalla, generando tensión en el espectador. 

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