El Zola fatalista

Reseña a La Máquina de Follar de Charles Bukowski

Por: José Luis Durán


Recuerdo las sendas que desembocaban en el nombre Bukowski. Recuerdo las conclusiones, acompañadas de interrogantes, que mi imaginario desarrollaba a partir del final de esas sendas: o ese escritor era el desenlace de toda temática o era que los temas comunes que entre amigos dialogábamos rosaban su literatura, como ese juego de infantes que consistía en no despertar al lobo. Ese lobo que acuñaba alcohol, desgracia, desnudos y azares, características de ese (des)conocido libro que el propio escritor norteamericano bautizó como La Máquina de Follar.

Para empezar, realizar una reseña de solo un texto de Bukowski se convierte en una tarea, en un principio, destinada a ser genérica. La mayor parte de la literatura de este autor redunda en las mismas temáticas, a tal punto que cuando uno termina de leer el quinto o sexto libro con su firma, cree que acabó un capítulo más del primer libro que leyó. Pasa con el texto de relatos que le compete a esta reseña, y con Pulp, Mujeres, La Senda del Perdedor y, sobretodo, Erecciones Eyaculaciones y Exhibiciones; y La Máquina de Follar es una continuación directa de esa tradición de relatos narrados en primera persona, en el último libro señalado.

Para los seguidores de Charles Bukowski, no es una sorpresa el sentirse extrañamente afectados –por ese destino empático de toda ficción– y sensibles al leer la cotidianidad de personajes tan comunes nacidos en esta arcaica forma de vida en comunidad llamada metrópoli. Tampoco es una sorpresa el hecho de tener plena conciencia de su principal modelo a seguir, la novela Pregúntale al Polvo de Fante, y su aproximación desmoralizada de los bajos fondos de la realidad.

Es por eso que, a modo de introducción, la pluma de Bukowski se embarra en dos pilares: el realismo grotesco, caracterizado por Mijaíl Bajtín, y la literatura naturalista de Émile Zola. El sexo, la mirada que impacta en un culo, las ganas de entrar al baño y pensar, piernas, vellos, posiciones eróticas, etc., son las referencias a lo grotesco, lo que está por debajo de la cintura, como Bajtín lo caracteriza; y, en cuanto al naturalismo en la literatura, adentrándonos en lo puramente filosófico (no será la última vez en esta reseña que surquemos la filosofía), esta es constituida por las contradicciones de la sociedad y radicalidad en la perspectiva de lo regular.

Como lo advertí, esta introducción inmediata pero no menos completa a Charles Bukowski es una labor genérica. Sin embargo, ahora conviene pecar de reduccionismo en ese conjunto que es la obra completa literaria de Bukowski, para hablar de La Máquina de Follar.

El gen primordial de este libro se encuentra en los personajes. No solamente a los protagonistas de cada relato, que a veces se repiten, sino a aquellos hombres y mujeres con los que los personajes principales se cruzan. Enfermos que no saben que van a hacer con sus vidas (Vida y muerte en el pabellón de caridad), poetas suburbanos que se juzgan a sí mismos (Nocturnas calles de locura), violadores de infantes (El malvado), vagabundos que harían cualquier cosa para conseguir dinero (Veinticinco vagabundos andrajosos), apostadores que viven del azar (El principiante, Caballo florido, Tres mujeres), entre otros. 

Un segundo carácter son las situaciones que atraen un conjunto de otras cosas, entre las más importantes: contexto, sucesos y lugares. El relato Purpura como un iris se me viene a la cabeza como el mejor ejemplo: un psiquiátrico, donde los locos tratan de mantener a su favor los periodos de receso, en una guerra contra gente foránea por el tiempo, para tener sexo con las pacientes del palco de mujeres. O Reparando la batería, que expone una situación peculiar de un hombre que ingresa a tener sexo con una prostituta, mientras alguien los observa echado en otra cama, solo por esperar que cargue su celular.

Son relatos que generan círculos concéntricos en los dos pilares principales que identifiqué de la literatura bukowskiana (grotesco y naturalismo). Pero a su vez, rozan, ya como consecuencia-de, el surrealismo, el erotismo y la fantasía. Para esta última, el mejor ejemplo vendría a ser el relato titulado Animales hasta en la sopa que, sin apartarse del terreno de la descripción radical de la perdición, la pobreza y el sexo, da un giro de 180 grados hacia la fantasía en su desenlace, o la propia narración de La máquina de follar, que se encuentra al final del libro con el mismo título, que agarra partes propias de la inteligencia artificial.   

Ahora, podemos también unir a la presente reseña, el manejo idealista de La máquina de follar. Si bien señalé a Charles Bukowski como un literato naturalista, por su radicalidad descriptiva y contextual, es muy probable que se encuentren contradicciones en la esencia de esta corriente literaria, porque el francés Émile Zola era un positivista, aferrado al método científico en la formación de su expresión artística, que cumplió de manera ortodoxa al mermar cualquier intento de romanticismo en sus escritos. Como resultado Zola generó unos textos descriptivos, en son de la miseria del mundo capitalista. Pero Bukowski fue más allá por el simple hecho de que, en un contexto de miseria casi absoluta (que señalaba la cruda realidad del sueño americano), resaltan a cada letra ideas románticas de la muerte, con la mentalidad de suicidio o azar, y la peculiaridad, puesto que la mayoría de los personajes de La máquina de follar al ser excluidos o autoexcluirse de la sociedad, se creen especiales, locos, pero nada tontos. 


Por lo que, Bukowski cumple en primera instancia el rol sensible de percibir el mundo que lo rodea, al igual que hizo Zola. Pero podemos asociar más al escritor norteamericano con el pensamiento decadentista, como bien se señaló en la revista mexicana La Colmena, que, con el positivismo naturalista en el arte, porque el análisis puramente sensible y emocional de Bukowski por su realidad se limita a un marco de retraimiento y ensimismamiento; más cercana a la decepción y confusión de la vida del pensamiento decadentista, que al análisis y denuncia científica. De todo ese embrollo de ideas es resultado La máquina de follar, un libro sencillo escrito para ser leído con mucha fluidez, pero que no para de enredar la mente de su solitario lector. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Kinetta, el manifiesto de intenciones de Yorgos Lanthimos

Mindhunter, la introducción y la promesa

Alps, hacer ajeno lo propio