Breves apuntes sobre la novela moderna
Por: José Luis Durán Paredes
El anciano Alonso se levanta de la cama, con el peso de la
edad sobre sus gastados huesos y flacos músculos. Eleva la lanza, viste el peto
y la bufa, y finalmente adentra la cabeza en la celada. El narrador lo describe
como un hombre sin juicio alguno. Sale de su hogar, observa la comarca ubicada
en la Mancha, monta en los lomos de Rocinante y parte a la aventura. ¿Quién es
aquel que lo categoriza de loco? Es solo un hombre con dudas que va a
enfrentarse a un mundo totalitario que carece de libertad y aventura. Galopará
y luchará en combate singular contra una sociedad joven y fuerte, en decadencia
ideológica. Y fracasará. Sin embargo, la caída de Don Quijote, reflejará más
adelante el triunfo de su autor (Cervantes) y, acompañado de éste, el
nacimiento de la novela moderna: una novela que no estructura en lo circular,
que no inmortaliza su trama, mas si tiene el objetivo de mantener por los
siglos de los siglos (amén) la explicación de la existencia humana –un
conflicto de la libertad-.
Es por esta razón que el novelista Milan Kundera nombra a Cervantes cómo uno de los creadores de la Edad Moderna. “[…]si es cierto que la filosofía y las ciencias han olvidado el ser del hombre, aún más evidente resulta que con Cervantes se ha creado un gran arte europeo que no es otra cosa que la exploración de este ser olvidado”, comenta. Puesto que es en este periodo, al cual bien Heidegger ha bautizado con el nombre de “el olvido del ser”, en donde germina la crisis de la ilusión, el poder ser otros y otras, el objeto mismo de la novela moderna.
En el periodo colonial en América, según cuenta Adolfo
Cáceres, los colonizadores formularon una serie de disposiciones restrictivas,
dictadas por la legislación indiana. El principal objetivo de ésta era evitar
la entrada de la literatura fantástica a las colonias, para lo cual se apoyaron
en una serie de acciones como impedir la impresión, de las novelas
caballerescas o de ficción, en el lenguaje indígena o decomisar a los viajeros
al nuevo mundo cualquier ejemplar. Sin embargo, con la ayuda de actividades
ilícitas, el contrabando, la obra maestra de Miguel de Cervantes logró llegar a
América, el mismo año de su publicación (1605), asegura Francisco Rodríguez,
especialista de la novela.
Varias eran las razones por las que España no deseaba que
los indígenas leyeran las novelas de aquel entonces. Una de ellas es que la
trama de las novelas caballerescas no eran características de la mentalidad
católica que se estaba profesando a los sometidos. La otra es la persuasión, el
artífice de la ilusión, el proceso de imaginación que desemboca de la lectura
de alguna de aquellas narraciones. Porque por más fantástica que sea, una
novela es una alegoría real. Por ende, el totalitarismo no tenía la mínima
intención de otorgar a ningún indígena la prueba tangible de la libertad: el
libro.
Por otro lado, existen muchos otros personajes que también
resaltan estas características de la novela moderna (la búsqueda del interés en
lo humano). Podemos realizar una alusión a la polémica Emma Bovary y su prisión
formada por su limitada cotidianidad en la posición de esposa que debe quedarse
en casa, en donde su patriarcal encierro, que anula su percepción del exterior,
se transforma en su infinito sueño proveniente del alma, de su interior.
Lástima, pues ella también fracasa.
Mas no es una coincidencia la presencia de estos fracasados
y patéticos protagonistas en la novela moderna. Es más, ahí es donde yace una
de las características más ricas e importantes que forman la personalidad y el
enfoque de ésta, a diferencia de otras narraciones. Por ejemplo, existe una
confusión muy regular en la literatura, la cual es pensar que un canto épico o
epopeya, es una novela. Pero en realidad, sus heterogeneidades se encuentran
bastante resaltadas:
1) La constitución física y mental de los personajes,
además del ambiente que los rodea, marcan de manera clara la diferencia entre
éstas dos formas narrativas en la literatura. Por ejemplo, el protagonista de
una narración épica suele ser un héroe, con integridad moral, belleza radiante
y personalidad firme e incuestionable; es por eso que el héroe épico siempre
representará a la sociedad (Aquiles a los griegos y Héctor a los troyanos). Por
su parte, el protagonista de la novela es un personaje condicionado por su humanidad
(en constante crisis existencial, racional, problemático) que está en
permanente prueba.
2) La epopeya, al exponer caballeros valientes y galantes,
con plena presencia de los dioses en sus acciones, proponían una respuesta a
preguntas de la sociedad. Por lo tanto era atemporal, jamás finalizaba, y
uniforme, era lo que era, sin alteración alguna. Sin embargo, la novela
presenta un mundo en crisis, desordenado; en este medio, las respuestas no las
da el mito, sino la ambigüedad, la razón. No posee forma única, es manipulable
de acuerdo con la interpretación del lector.
Dicho esto podemos decir que el privilegio de ser libre,
pero además de cuestionar y reconocer la crisis de nuestra realidad, son
aspectos que una herramienta como la novela nos puede proporcionar. Con esto,
no intento encerrarme en solo éste género literario de manera refractaria, en
lo absoluto. Pero sí pretendo poner énfasis a esta “desprestigiada herencia”
como bien la titula Kundera, que la novela moderna nos ha otorgado. Ahora veo
en el fondo del horizonte, con la caída del alba, a un Alonso Quijano(a)
radiante, con unos cuantos años menos, retornando a lomos de Rocinante, con una
larga cabellera blanca y un porte erguido. Los prados que atraviesan en su
retorno son grises y secos. Las hojas caen muertas de los árboles. Y los
lugareños, campesinos mal humorados y ancianos, lo observan con una mirada
burlona. Don Quijote ha salido victorioso y ahora gozará del gran botín
conseguido en la encrucijada: la libertad de pensar.
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