El erotismo en la obra musical de Silvio

Por: José Luis Durán Paredes

Mujeres y hombres supra-pasionales, conservadores atentos a lo ajeno y al pecado, el precio de la intimidad desechada por las equivalencias de las avenidas y hoteles, y preciosas perlas de calle, ahora perdidas en el acto del amante, son aspectos que circulan por toda la esfera que complementa la línea erótica de Silvio Rodríguez y la música alternativa cubana. La beligerancia política, envuelta en prejuicios de ideas, han mermado la calidad y peso romántico de la obra musical del trovador. Su arraigo pasional a la revolución, además de una contradicción en su propio discurso expuesto a sus seguidores (o al “pueblo”), han formado una creciente mira crítica y de desinterés en el poeta. Aun así, el no repasar el arte escrito y auditivo que presenta Silvio, con una objetividad sobretodo analítica (pues, el único artífice de la crítica siempre será la subjetividad) que exponga la propuesta musical y composición lírica -con lo que respecta al manejo metafórico y equivalencias simbólicas correspondientes- sería el perder de vista el gran valor poético de la trova del cubano.

Lo anunciamos anteriormente, el análisis aquí presente va dirigido a la obra romántica de Silvio Rodríguez en general, y al erotismo en particular. Con esto no pretendemos desacreditar la carga de ideal político que el cubano expreso en muchas de sus canciones; pues son aspectos que también marcan la trova de Silvio, que, sin embargo, no se analizarán en el artículo.

Comenzamos con el principal protagonista del ideal romántico, de apuesta al sentimiento y emoción, que desde la visión de apreciación estética de la antigua Grecia posee (junto con el mar) una jerarquía de crucial importancia: la mujer. El año 1978, se publicaba el álbum “Mujeres”, un disco que apuesta al romanticismo del desamor. Temas como “¿Qué hago ahora contigo?” o “Te doy una canción” expresan esa lejanía del abandono y la separación; ambientes del cual germina la idea del recuerdo y desahogo.

Y es que la mujer es en la obra de Silvio un agente del deseo, una protagonista de la desfortuna, la idealista de la rebeldía y el ser del sexo. “Una buena muchacha de casa decente no puede salir. / Qué diría la gente el domingo en la misa, si saben de ti”, cantaba Silvio, refriéndose a esa sociedad conservadora cubana, contra la que ya varias veces atentó en un sentido transgresor partiendo de lo erótico, en la que una persona debe amar con un precedente proceso de secularización, aniquilación de prejuicios y establecimientos morales. Tema que lleva al otro extremo en Desnuda y con sombrilla -del álbum "Rodríguez" (1994)-, canción de certeza erótica, en la que ya se observa a una mujer deseosa del acto sexual, a la espera del calor de su amante, que aún con las prendas puesta, se encuentra dubitativo y teme por su pronta decisión. “Tú, desnuda y con sombrilla / Yo, vestido, pero con calor”. Ambos se desean. No es posible concretar, en los agentes de esta canción, un sentimiento de amor como tal, puesto que algunos aparentan que es la relación entre una prostituta y un hombre tímido pero deseoso. Pero, subvalorando el amor, la presencia en esta canción de elementos con carga erótica son abundantes: el líquido etílico (podría ser un vino o ron), la desnudes de la mujer, el calor del hombre, la sombrilla que denota oscuridad, etc.  Una dualidad que representa los dos rostros del erotismo en sí, el atrevimiento y el retraimiento.

El cuerpo para Silvio, también lleva una carga erótica a analizar en su obra. La exploración de un gigantesco mundo, casi acercándonos a una perspectiva cósmica, surcando, cual surcan los dedos de una persona por el cuerpo de su amante, un desierto de deseos, se expone en la canción Ando como hormiguita (Rodríguez): “Ando como hormiguita por tu espalda / ando por la quebrada dulce de la seda. / Vengo de las alturas de tus nalgas / hacia el oro que se derrama y se me enreda.” En esta parte no solo se aprecia de una manera metafórica la delicadeza del cuerpo de una amante; sino que también se le da al sexo el rol de ser la prueba misma de amor: “Tú te vuelves pidiendo el cielo”, canta Silvio al respecto. En esta parte podemos notar la existencia de una bidimensionalidad, que solo de manera particular es complementaria: el universo del cuerpo y el accionar del sexo. “Una mujer se ha perdido / conocer el delirio y el polvo / se perdido esa bella locura / su breve cintura, debajo de mí.”, canta el trovador cubano en la canción Oleo de una mujer con sombrero -del álbum "Al final de este viaje", publicado en 1978-; tema que posee una gran carga erótica, expresada de manera más directa que sus predecesoras, pero con equivalencias simbólicas a las que Silvio Rodríguez nos tiene acostumbrados. El polvo, es el acto sexual (connotación directa). La belleza perdida hace referencia a la mujer que ya no anda por las calles ni se encuentra en un exterior determinado; pues está perdida, en un interior (una alcoba, dentro de las sábanas) en los brazos de su amante. La cintura es una parte del cuerpo de una mujer de importante carga erótica; lo que ratifica la situación romántica y sexual de la protagonista de esta canción.

Y por último nos adentramos en un personaje, que no solo está presente en la obra musical de Silvio Rodríguez, sino en la expresión artística universal: la prostituta. El erotismo, en toda la expresión de la palabra, con sus respectivas representaciones en el arte, se expone como un fantasma en la prostituta. El fantasma es la metáfora que se utiliza en las convenciones presentes en la literatura, que ejerce de la carga del pasado; como aquello que acecha en las sombras de la mente, y no trae más consigo que el rumor de pena en son del recuerdo. Y es está sombra, de una apariencia siempre sombría e intrigante, que rodea a la trabajadora sexual. Flores nocturnas es la poesía de Silvio dedicada a este personaje. Si Desnuda y con sombrilla, de cierta manera, en el atrevimiento de una mujer con respecto al sexo, denota no tan claramente la presencia de una prostituta; Flores nocturnas (Rodríguez) es una representación sin desvíos ni confusiones. “Se abren las flores nocturnas de quinta avenida / para esos pobres señores que van al hotel”. Lo nocturno, la noche, es la unidad de tiempo y espacio en el que existe la trabajadora sexual. Es la hora en la que la puedes encontrar y desear. El hotel es el escenario del encuentro sexual por excelencia; del engaño y la lujuria; el espacio más físico que metafórico, de la prostitución. Silvio continua su canto: “Flores, sin primavera y estación. / Flores, comiendo sobras del amor”. Verso en el que se describe la insensibilidad en un acto romántico, de apuesta sentimental, y consumo del desamor y engaño, que viven las prostitutas.


Ese atrevimiento, ese deseo de infidelidad, forma parte, también, de los elementos que componen el erotismo en el arte. El sexo, el amor y la insensibilidad nos exponen un clima al que Silvio Rodríguez, con su poesía lírica, nos invita a examinar y conocer, con un preciso manejo de la metáfora y el simbolismo que reivindica la toma de protagonismo de la subjetividad del espectador. Esa subjetividad a la que una expresión artística debe recurrir en busca de la reflexión y la formación de criterio. En el caso de Silvio, una apuesta a la creatividad con que se puede representar algo tan escondido por la moral, como es el acto sexual, y tan banalizado, como el amor en sí.  


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